martes, 30 de marzo de 2010

UNIVERSIDAD Y CIENCIA

UNIVERSIDAD PARA
EL DESARROLLO




GRUPO DE ESTUDIO UNIVERSIDAD Y CIENCIA
Organización Colombiana de Estudiantes, OCE
Universidad de Nariño, marzo de 2010


¿Con qué propósito la civilización humana creó centros de enseñanza y universidades? ¿Qué importancia histórica tiene el conocimiento para la vida de las sociedades? ¿Vale la pena reivindicar la ciencia y la educación como palancas del desarrollo material y cultural de Colombia? ¿Cómo debe ser la relación de la universidad con el entorno natural y social? ¿Los valores humanos y ciudadanos se forman en las instituciones universitarias?

Estos son algunos interrogantes que surgen a la hora de pensar en un proyecto educativo para la Universidad de Nariño, entendido éste como el programa general que oriente nuestra actividad académico-investigativa, y las formas que debe adoptar el andamiaje administrativo de la institución. Igualmente no podemos limitarnos a prescribir un “programa general”, una bitácora de vuelo, sino desarrollar también algunas aplicaciones, condiciones, principios y tácticas, también generales. De esto, en últimas, se trata la Reforma en la que estamos empeñados. Trataremos de aportar algunas respuestas a las preguntas planteadas, y así hacer una modesta contribución a este importante debate de la comunidad udenarista.

Empecemos diciendo que la importancia del conocimiento es de una evidencia palmaria. Tan sólo nos baste con observar nuestro alrededor y darnos cuenta de que una silla plástica, un computador, un celular o un lapicero no son más que ciertos conocimientos materializados en cosas. Estos objetos contienen en su seno química, electrónica, diseño, metalmecánica, matemáticas, etc. Es por ello que la mejor definición de tecnología es la que afirma que ésta es la expresión material del conocimiento. La subsiguiente conclusión es que el conocimiento se debe sistematizar de alguna manera para que los esfuerzos individuales de cada quien no sean en vano y que los adelantos de unos puedan ser aprovechados por otros en beneficio del conjunto de la sociedad. Para este cometido surgieron los ateneos, las bibliotecas, los herbarios, los claustros, es decir, los institutos dedicados, de una u otra forma, a trasmitir y producir conocimientos, y hacer de la labor científica una práctica social. Es una tarea imposible desarrollar incesantemente el conocimiento sin estos institutos especializados, los cuales por lo general se han denominado escuelas y universidades, inscritos dentro del término genérico de academia.

Fue con el capitalismo y la revolución industrial que los institutos de enseñanza e investigación tuvieron un desarrollo vertiginoso, condigno al desarrollo incesante de las fuerzas productivas. Esto se debe a que los procesos productivos evolucionan aceleradamente, y la sociedad se ve compelida a modificar su base científica y técnica de manera constante. Es apenas natural que si se trata de revolucionar la producción, se necesita una sociedad capaz de crear conocimiento al mismo ritmo. Se precisa, además, que haya cada vez más gente involucrada en la producción y trasmisión de conocimientos. Y como la idea no es sólo sacar del analfabetismo a las personas, sino correr las fronteras del saber y adentrarse en conocimientos complejos, los únicos capaces de sostener un mundo moderno, se hace perentoria la necesidad de que la sociedad tenga en un su seno institutos capaces de brindarle esta posibilidad: las universidades y los centros de investigación, sin olvidar las instituciones politécnicas.

Si esta es una verdad de a puño, lo es aún más para países como Colombia, que se encuentran bien atrasados en comparación con los aparatos productivos del mundo industrializado, y con tragedias sociales de hambre y miseria paralelas a las padecidas por el resto del llamado mundo subdesarrollado. Si Colombia aspira a salir del atraso y enrutarse hacia el progreso económico y cultural debe consolidar seriamente un proyecto autónomo en ciencia y tecnología, que debe contemplar, por supuesto, el fortalecimiento de las instituciones universitarias como centros de trasmisión y producción de conocimientos del más alto nivel científico, sin escatimar la producción artística, por que de ella también depende el bienestar de la sociedad.

Pero el solo desarrollo del conocimiento, la ciencia y la técnica no es suficiente para el progreso de la sociedad. La educación universal y de alta calidad es apenas un requisito insustituible, pero se necesitan de otros factores para lograr el progreso y el bienestar de los pueblos, los cuales extralimitan las funciones de la universidad, pues tienen que ver con el campo del poder político y de cómo está organizada la sociedad en su conjunto. Es decir, los centros de enseñanza e investigación deben cumplir con su aporte de conocimientos académicos, pero la solución como tal de los problemas y necesidades de la sociedad no dependen de la universidad. Por ejemplo, la comunidad científica hace rato ha desarrollado las sustancias y los procedimientos capaces de curar muchas enfermedades, pero es la realidad política y económica de la globalización la que no permite que lleguen a las manos de las personas; la física nuclear fue un portentoso avance para la ciencia, cuyas aplicaciones podrían ser beneficiosas para la vida de la humanidad y del planeta, no depende de ella, de la ciencia misma o de la institución universitaria que la desarrolló, que ulteriormente la industria militar de las grandes potencias la aplique en la fabricación de armas de destrucción masiva.

Es claro, entonces, que la sociedad le tiene atribuido un papel especial a la universidad: desarrollar los conocimientos científicos, las tecnologías y las artes que posibiliten el desarrollo material y cultural. Y cuando se habla de conocimiento se deben abarcar todos sus campos: las ciencias aplicadas como la ingeniería, las ciencias puras como las matemáticas, las ciencias naturales como la biología, así como las humanidades, las ciencias sociales y las bellas artes. Así como se necesita de buenos médicos, administradores, agrónomos o ingenieros, no es conveniente prescindir de filósofos, físicos, sociólogos, pianistas, escultores o matemáticos. Se trata, pues, de desarrollar el conocimiento en toda su amplitud, y ojalá a los más altos niveles de calidad. Para lograr esta ambiciosa tarea la universidad debe abrevar en el rico manantial universal del conocimiento humano, acoger los avances de la ciencia a escala planetaria, eliminando todo tipo de estrechez en sus miras. Esta vocación de universalidad hace del Alma Mater el lugar por excelencia del debate de las ideas, tesis, posiciones filosóficas, escuelas de pensamiento. El escenario ideal es el de una universidad con condiciones de calidad por lo menos similares a las de las mecas de la ciencia y el conocimiento mundiales.

De lo dicho no se colige que la universidad se desvincule de su entorno natural, social y cultural inmediato. Al contrario, en su estrecha relación con él reside también la universalidad del conocimiento que desarrolla. La práctica directa del investigador y del universitario con su objeto de estudio y las ulteriores y repetidas pruebas que en ese mismo entorno realice de sus teorías le confiere la universalidad del método científico a sus adelantos y confiabilidad ante la comunidad académica. A manera de ilustración pongamos el caso de un biólogo de nuestra universidad que estudia ciertos insectos en la selva de la costa pacífica. Estas investigaciones no las adelantan centros universitarios de Francia o Japón, por la sencilla razón, entre otras, de que deben estar ocupados en sus propias investigaciones realizadas en sus propios entornos. Pero las conclusiones del científico –se da por descontado la seriedad de sus investigaciones– podrán ser ponderadas con toda confianza por sus homólogos de todo el mundo, puesto que, si bien no serán los mismos insectos, la misma humedad, la misma tierra, en fin, las mismas condiciones, la verdad universal descubierta por el investigador en mención será aplicable en determinados contextos, así como nosotros aplicamos o ponderamos estudios que hacen los científicos sociales y naturales de otras latitudes, cuyas investigaciones no se han realizado en Nariño ni en Colombia, incluso ni siquiera en América latina, así como de la misma forma apreciamos el arte universal y lo potenciamos desde nuestra propia riqueza cultural.

Las posibilidades de investigación e intercambio de conocimientos a escala orbital son ilimitadas. Prueba de ello son los centros científicos que desarrollan investigaciones a grandes distancias de sus fronteras nacionales. No obstante, lo evidente, práctico y obvio es que la universidad hace su incursión en la universalidad del conocimiento desde su propia actividad práctica, la cual la adelanta en su entorno real, inmediato y concreto. Este entorno se dibuja de acuerdo a la vocación particular de cada ciencia y cada científico, y dependiendo de los estudios concretos que esté haciendo y de los recursos de que disponga. El entorno territorial, social o cultural no está trazado de antemano, sino que depende de una serie de factores determinados que condicionan a la universidad y a sus docentes, estudiantes e investigadores. Ejemplo: un grupo de sociólogos, de acuerdo a un plan de investigación, visita un país suramericano para recoger muestras antropológicas, econométricas, sociológicas, etc., y hacer con ellas un informe, iniciando así un estudio que lo continúa en comunidades del sur de nuestro departamento, en donde desarrolla y culmina su tesis. Asimismo, un matemático puro, para demostrar un teorema, talvez no necesite viajar a otro lugar de la Tierra, debe sí, disponer de una biblioteca adecuada, la cual contenga trabajos relacionados con el suyo, independientemente de que hayan sido hechos en Nariño, Colombia o en el resto del mundo. De igual forma, y si las condiciones son propicias, la universidad debe estar abierta al intercambio académico y cultural con institutos del resto del país y del mundo.

Es así como la universidad debe estar vinculada a su entorno, no en virtud de una teleología prediseñada y prescrita por su misión institucional formal, sino porque esa es condición de su carácter científico y universal, la de estar íntimamente ligada a la realidad objetiva, en una comunión dialéctica con su entorno social y natural. Porque, si no es en la práctica directa con esa realidad objetiva, ¿en dónde verificará la seriedad y veracidad de sus adelantos, tesis, afirmaciones y teorías? Que ese entorno o realidad objetiva concreta sea la región geográfica nariñense –con los límites políticos convencionales– depende de varios factores, propios de cada investigación, estudio, análisis, observación o práctica académica. Como ilustración pensemos en una nueva tesis pedagógica adelantada por la Facultad de Educación, la cual no podrá ser comprobada y aplicada entre docentes de Antioquia o Chile, sino que serán abocados los de Pasto o algún otro municipio aledaño, no porque esa teoría sea defectuosa o carezca de universalidad, sino porque éste es el entorno inmediato y concreto del investigador, y sus resultados apuntan a resolver cierta problemática específica, sin querer afirmar que ulteriormente no pueda esa investigación ser considerada y aplicada por pedagogos de Brasil o Suecia.

Finalmente, terminemos estas cortas reflexiones con el asunto del componente humanístico y de valores ciudadanos que se pretende sea una labor fundamental de la Universidad. Ya vimos cómo el papel principal de la educación superior es la producción de conocimiento científico de alta calidad como aporte insustituible para el desarrollo y el progreso de la sociedad, mientras que la formación de los universitarios en valores como la solidaridad y la honestidad, es más bien el fruto de su experiencia social y personal a lo largo de la vida, incluyendo el aprendizaje en sus primeros años infantiles. Pensar que un estudiante se hace una buena persona o un buen ciudadano, solidario y demócrata, en su paso por la universidad es una quimera. No porque la universidad no coadyuve en este tipo de formación, sino porque va más allá de sus posibilidades objetivas.

La mejor forma de aprender valores humanos y ciudadanos (ya mencionamos la solidaridad y la honestidad), es en medio de una vida social que sea permeada y atravesada por el ejercicio real y permanente de dichos valores. Ello compele a que la universidad, como auténtico espacio para la ciencia y la cultura, adopte principios democráticos para sus disímiles quehaceres, además de que genuinamente permita la difusión, intercambio y participación de todas las expresiones científicas, artísticas y culturales, todo lo cual se logra si cuenta con condiciones materiales concretas –auditorios, bibliotecas, museos, laboratorios, recintos, etc.- que posibiliten a la institución convertirse en un foro científico y cultural permanente, con gran profusión de actividades extracurriculares de todo tipo.

La Universidad debe adoptar una reforma administrativa de carácter democrático que, además de hacer de la toma de decisiones en su interior el ejercicio de la autonomía, sirva como escenario para la práctica constante de la democracia por parte de la comunidad universitaria. No se puede coadyuvar a formar demócratas y ciudadanos responsables y solidarios si la universidad no es, a su vez, una institución que ejercite la democracia como forma de desempeñar sus actividades, tanto en los aspectos académicos como en los puramente administrativos. En este sentido, la mejor manera de hacer un aporte significativo en la aprehensión de valores humanos y ciudadanos es que la universidad promueva, estatuya y ejerza diversos mecanismos de la democracia universitaria. Esto está atravesado por el fortalecimiento de las organizaciones gremiales de los estamentos, ampliación de las representaciones de éstos en los organismos de dirección, la constitución de espacios para la deliberación y la toma de decisiones con amplia y efectiva participación de la comunidad universitaria; y en fin, toda una gama de acciones que redundan en un universitario cada vez más apartado del individualismo y de la apatía en boga. Además, la actividad científica es humanizadora y liberadora per se, pues permite eliminar prejuicios y taras espirituales, y dota de herramientas que facilitan la superación de talanqueras ideológicas y culturales retardatarias.

Nos es imperioso subrayar que la institución universitaria no tiene como función social primordial la de formar buenos seres humanos y buenos ciudadanos, ni “hacedores de paz”. Estos objetivos extralimitan sus posibilidades.

A Colombia se le ha negado la perspectiva de troquelarse un proyecto independiente de modernización y progreso, por lo cual la Universidad de Nariño, desde su actividad científica e investigativa, debe ponerse al servicio del desarrollo nacional y del bienestar del pueblo, procurando elevar sus condiciones de calidad académica y rigor científico, vinculando dialécticamente la teoría con la práctica, y propiciar formas democráticas de organización interna.



ORGANIZACIÓN COLOMBIANA DE ESTUDIANTES


OCE

domingo, 28 de marzo de 2010

DEFENDER LA CIENCIA: NUESTRO OBJETIVO PRINCIPAL


La universidad es un espacio propicio en el cual se transmite y se produce el conocimiento científico. En ella confluyen multitud de posiciones y tendencias ideológicas y culturales. Sin embargo, la universalidad de la universidad no puede permitir que se generen procesos de retroceso en contravía de su función principal, para ello es necesaria una discusión profunda, académica y seria, que dé cabida a la crítica y autocrítica, donde al final prevalezca la razón y la objetividad.

Afirmar que la Universidad debe ser solamente para la región es una concepción demasiado estrecha, que niega la universalidad del conocimiento, que desconoce los procesos de investigación que se adelantan tanto a nivel nacional como mundial. Al mismo tiempo obliga a las Ciencias Básicas a desarrollar solamente conocimientos aplicables a los problemas regionales, lo cual obviamente limita su quehacer científico: ¿qué haremos con las tesis en teoría de números, química cuántica o física matemática? ¿Acaso no es esto lo que pretende el Gobierno Nacional, eliminar las Ciencias duras de la universidad pública y que ésta a su vez se dedique a la formación de técnicos y tecnólogos o profesionales mediocres? Asimismo, la política educativa neoliberal impone el criterio de la pertinencia, ¿será que nuestros egresados van a ser más competentes y pertinentes cuando se está insistiendo en “currículos flexibles”, con eliminación de prerrequisitos, disminución de la intensidad horaria, posibilidad de terminar la carrera en menor tiempo si completa los créditos necesarios, equiparando las materias exclusivas y necesarias de su plan de estudios con áreas humanísticas o “interdisciplinarias”? Estos criterios desconocen que todo aporte significativo al conocimiento necesita de rigurosidad, disciplina y constancia, en medio, obviamente, de un ambiente pedagógico democrático.

Ante esto, la comunidad académica de la Udenar debe declararse en estado de alerta contra las políticas que vulneran la calidad académica.

¿Para un país atrasado como el nuestro son pertinentes los avances científicos en biología, química, física y matemáticas? La respuesta es negativa por parte del Ministerio de Educación y de quienes le comieron el cuento y están convencidos que Colombia, por ser un país pobre, debe aspirar a una educación igualmente pobre. En esta lógica de la “pertinencia”, lo conveniente son carreras que le sirvan al mercado, con especialización en lo que somos “fuertes”, es decir, dedicarnos a la formación de “científicos” especializados en la producción de capulíes, dulce de chilacuán y sombreros de paja; además de operarios que ensamblen fotocopiadoras europeas o cosan los botones de las camisas que importamos de Taiwán.

Para nosotros la pertinencia curricular debiera entenderse como la capacidad de insertarnos en comunidades científicas internacionales, dando validez a que la investigación y la ciencia sirven para desentrañar las leyes de la realidad, para lo cual el paradigma ideal e idealista de Universidad y Región tiene infinitas limitaciones. A qué le debe apuntar la Reforma Universitaria: ¿sumirnos en el atraso científico y tecnológico y condenar a Colombia, y a la región, a la miseria y al subdesarrollo, y en últimas, retornar al oscurantismo?

Con estas cortas reflexiones los estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales hacemos un llamado a la sensatez, a vincularnos en este proceso para que salvemos la Reforma Universitaria de los vientos neoliberales y posmodernos que atentan contra la ciencia y la calidad académica, y le demos una nueva dirección, aprovechando este espacio para debatir y difundir nuestras ideas, y que al final prevalezca la objetividad y la racionalidad, y así derrotar las políticas educativas oficiales enarbolando concepciones de avanzada, científicas y democráticas que harán de nuestra Alma Mater una institución que le sirva genuinamente al desarrollo científico, cultural y económico de nuestra nación.

Pasto, marzo de 2010

ESTUDIANTES FACULTAD DE CIENDIAS EXACTAS Y NATURALES
UNIVERSIDAD DE NARIÑO

sábado, 27 de marzo de 2010

LAS CONTRADICCIONES SON NECESARIAS PARA AVANZAR EN LA REFORMA UNIVERSITARIA

La confrontación de diferentes tendencias filosóficas e ideológicas existentes en el seno de la comunidad universitaria, son necesarias y positivas para esclarecer el contenido y el rumbo de la reforma.

En las discusiones adelantadas por el estamento estudiantil del programa de economía, salieron a flote diversos problemas, así como ideas contradictorias, que consideramos pertinente dar a conocer a la opinión pública, con el único fin de contribuir a la búsqueda del sentido de la reforma.

Entendemos que la universidad es un claustro del libre pensamiento, pero consideramos que en el proceso de reforma se hace necesario definir cuál debería ser la visión gnoseológica (teoría del conocimiento) que debería guiar dicho proceso. Este problema originó gran controversia, suscitando diversas opiniones al respecto, entre ellas se mencionaron: los nuevos paradigmas de la complejidad, el materialismo dialectico, el idealismo, el existencialismo y hasta el mismo escepticismo. Habrá que ver en el transcurso de las discusiones, cuál es el más conveniente para la situación histórica del mundo actual, pues de su decisión dependerá el sentido que se le fije a la reforma.

En la discusión interna de los estudiantes del programa de economía, se trató de definir el camino de la reforma, llegando a dos posiciones que son excluyentes.

Por un lado, están los defensores de una reforma universitaria anticapitalista, cuyo máximo sentido sea la defensa de la vida en todas sus manifestaciones, que permita construir un nuevo modo de vida, radicalmente opuesto al que hoy lleva la sociedad moderna. Un ejemplo palpable de ello, lo encontramos en la nueva redacción del Proyecto Educativo Institucional:

La Universidad de Nariño comprometida con el devenir histórico de la región, participa activamente de los procesos de resistencia y oposición al sistema capitalista imperante (…) es importante conocer que todo discurso científico obedece a unas relaciones de poder históricamente definidas.

Ello significa que el nuevo discurso científico que se maneje en la Universidad de Nariño, debe responder a las necesidades sociales, económicas y culturales de una nueva sociedad, se sobre entiende que ésta no existe y por tanto habrá que echar mano a la utopía para crearla de manera imaginaria, y de la misma forma imaginar cual debería ser la universidad que esta sociedad se merece. El espacio propicio para la creación de esta nueva sociedad se lo ha denominado región, aunque hasta ahora no se define de manera clara dicho término, así como el papel concreto que la universidad debe jugar en esa sociedad soñada.

Por otro lado, están quienes argumentan que la reforma universitaria debe responder a unas necesidades históricas concretas, y por tanto debe interpretar las realidades del mundo actual, en el plano nacional y mundial. Aquellos coinciden en el anhelo de un modo de vida radicalmente alternativo, al que lleva la sociedad moderna, pero sostienen, que frente a la injerencia de potencias extranjeras como Estados Unidos, quien en ultimas define el rumbo de la educación y de otros sectores en Colombia, adoptar una defensa por la soberanía y el desarrollo de un capitalismo incipiente de acuerdo a las necesidades del entorno social y natural, es tomar una posición supremamente revolucionaria, dentro del camino histórico necesario, para dar el salto hacia un modo de vida alternativo. Esta posición es consecuente con las conclusiones sacadas por el insigne movimiento estudiantil de 1971, el cual reivindicaba su carácter anti-imperialista, pero además ubicaba de manera concreta el papel que debe cumplir la universidad en la sociedad, puesto que no existió la necesidad de imaginarla en el sentido idealista, sino de usar el pensamiento para interpretarla y hacer reales sus necesidades concretas. Los tres principios fundamentales, que enarboló este movimiento se enmarcaron en la lucha por una educación que sirva a los intereses de la nación; una educación científica es decir, que busque la verdad en los hechos y contribuya al desarrollo de la ciencia en todas las ramas del conocimiento; finalmente, el estudiantado exige que la educación sea de masas, es decir, que sirva y beneficie a las grandes masas populares.

Un ejemplo concreto de estos principios también se lo puede encontrar en la redacción del nuevo PEI, entre sus objetivos se lee:

Orientar la estrategia general de manera que permita alcanzar altos niveles de desarrollo académico, investigativo y de formación integral en la Universidad de Nariño a través de un proceso democrático enmarcado en la defensa de los principios institucionales de calidad académica.



Los estudiantes que defienden esta posición, piensan que la reforma en la Universidad de Nariño, es el espacio en la historia para materializar los anhelos de aquel movimiento y de la actual sociedad colombiana, plasmando así una verdadera huella en la historia. La invitación es entonces a continuar con lo que apenas comienza, y a defender de manera masiva el trabajo que ya se ha adelantado por parte de los estudiantes.

Las posiciones están siendo adoptadas, ahora la cuestión es prepararse de manera juiciosa para el debate abierto, sostenido por la fuerza de los argumentos y el dialogo razonado. Estamos seguros en el empeño de entregarle a Nariño y a Colombia una universidad digna de ser nombrada como un estandarte de esperanza en la transformación de nuestro pueblo.


      ORGANIZACIÓN COLOMBIANA DE ESTUDIANTES, PROGRAMA DE ECONOMIA.

domingo, 21 de marzo de 2010

UNA ACLARACIÓN NECESARIA

ORGANIZACIÓN COLOMBIANA DE ESTUDIANTES, OCE


Universidad de Nariño. Pasto, marzo de 2010

Los miembros de la OCE, en la Universidad de Nariño, tuvimos el acierto de publicar el texto “Verdad absoluta y verdad relativa”, escrito por el profesor bogotano Guillermo Guevara Pardo. Dicho texto ha hecho que el Doctor Julián Sabogal haya publicado una Carta Abierta dirigida a la comunidad udenarista donde fija su muy particular posición al respecto. Bienvenido el debate ideológico serio y argumentado que conduzca a que los interesados conozcan diversas opiniones que permita adoptar una posición frente a la Reforma que se lleva a cabo en nuestra universidad, pues el asunto no es de poca monta. Nos parece que, de entrada, se condiciona el debate cuando espera “que ellos no consideren sus opiniones como una ‘verdad absoluta’”, a pesar de que renglones atrás se alegra porque los estudiantes seamos capaces de poner “por escrito sus ideas” y lo cierra de igual forma recurriendo al sesgado argumento de los historiadores burgueses acerca del papel que jugó Stalin durante el doloroso sacrificio que tuvo que hacer el pueblo ruso para evitar que el mundo cayera en las garras del fascismo. Pero, bueno, no creemos que ese sea el aspecto fundamental del debate, como no lo es su prevención a que no utilicemos la fuerza para imponer nuestra “verdades absolutas”, mostrándonos como individuos intolerantes y dogmáticos, acostumbrados a imponer violentamente nuestros puntos de vista, cuando la verdad es al contrario, como toda la universidad lo reconoce en nuestras conductas abiertas y democráticas.

Quisiéramos proponer dos de las diez preguntas que Lenin le plantea al disertante en el texto Materialismo y Empiriocriticismo, en la edición china de 1974, que por ese hecho no es entonces una lectura maoísta de Marx. También tenemos a mano el Anti-Dühring, Ediciones Pueblos Unidos, 1948, de Uruguay, y no hemos encontrado allí tampoco una lectura uruguaya de Marx. Vayamos a las preguntas:

1) “¿Admite el disertante que en la base de la teoría del conocimiento del materialismo dialéctico está la admisión del mundo exterior y el reflejo de este último en el cerebro humano?

2) “¿Considera el disertante que las ideas de causalidad, de necesidad y de sujeción a la ley, etc., son un reflejo de las leyes de la naturaleza, de un mundo real, en la conciencia humana?”

Como nosotros damos un SÍ rotundo a esas dos preguntas, entonces no vemos porqué se encuentra una contradicción en la relación que hay entre la verdad objetiva como un reflejo en la conciencia del hombre de los fenómenos que ocurren en el mundo. Lenin dice al respecto que “la existencia de lo que es reflejado, independientemente de lo que lo refleje (la independencia del mundo exterior con respecto a la conciencia), es la premisa fundamental del materialismo”. Claro está que ese reflejo en el cerebro humano no es un acto pasivo; el sólo reflejo no define la verdad, ese es el paso inicial hacia la verdad. La actividad práctica le permite a los científicos profundizar cada vez más en el conocimiento de las leyes que gobiernan el mundo, en su dominio, lo que lleva, tarde que temprano, a las aplicaciones tecnológicas: la transformación de la “cosa en sí” en “cosa para nosotros”. Este ha sido el camino que siempre ha seguido el desarrollo histórico de la ciencia, o si no, miremos alrededor de nosotros para ver la cantidad de objetos tecnológicos producidos por los avances de la física, la química y la biología. Mao lo explicitó de manera sencilla y brillante cuando señaló que la ruta para llegar a la verdad objetiva es “de la materia a la consciencia y de la consciencia a la materia, es decir, de la práctica al conocimiento y del conocimiento a la práctica. Esta es la teoría marxista del conocimiento, es la teoría materialista dialéctica del conocimiento”, por lo tanto es la práctica el juez que termina por decidir si una tesis científica es falsa o verdadera: “Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento”, agrega el insigne dirigente chino.

También se asevera en la Carta Abierta que no es exacta la afirmación de que para el idealismo no exista la realidad objetiva y hace una cita de Engels que, en nuestro criterio, ratifica lo sostenido en el escrito publicado por la OCE. Obviamente que se puede pensar en una línea intermedia entre el idealismo y el materialismo donde se pueden ubicar a filósofos como Hume y Kant, pero adoptar esa posición lleva a negar “la posibilidad de conocer el mundo, o por lo menos de conocerlo de un modo completo”, como aclara Engels. Tanto el idealismo como el materialismo reconocen las sensaciones como la fuente de todos los conocimientos, pero para el idealista “los cuerpos son complejos o combinaciones de sensaciones”, no tienen una existencia objetiva, mientras que para el materialista “las sensaciones son imágenes de los cuerpos, del mundo exterior”. Para la primera concepción entonces no puede haber verdad objetiva, para el materialismo, por el contrario, es pilar fundamental de su concepción el reconocimiento de la verdad objetiva. Algo semejante puede decirse de la relación mente-materia, que define los dos campos filosóficos en querella: ¿Es la mente anterior a la materia, o es la mente un producto de la materia? Veamos a respecto lo que dice el físico Erwin Schrödinger, uno de los fundadores de la mecánica cuántica: “La materia es una imagen de nuestra mente –por lo tanto la mente es anterior a la materia”, concepción claramente idealista que niega el carácter objetivo del mundo material. Si le damos la vuelta a esa idea, obtendremos la concepción materialista del mundo.

La ciencia es una hermosa empresa del intelecto humano, tan hermosa como lo pueden ser las más elevadas expresiones del arte y de la filosofía; mientras los filósofos buscan explicar las razones últimas de nuestra existencia y los artistas plasmar la belleza de lo intangible, los científicos indagan acerca de las causas inmediatas valiéndose del método científico y del formalismo matemático, planteando teorías, concatenando observaciones, diseñando experimentos que respalden una hipótesis hasta encontrar el camino seguro que conduzca hacia la verdad científica. La ciencia ha evolucionado históricamente desde lo más general a lo más específico (para retornar del conocimiento específico al general) lo que le ha permitido explicar una mayor cantidad de fenómenos con más precisión, es decir, con profundidad creciente. La ciencia es la forma más elaborada de organización de los conocimientos que la humanidad, a través de su desarrollo histórico, ha venido acumulando acerca del funcionamiento del mundo. La validez de sus hipótesis, teorías y leyes no dependen de la fe o de la autoridad de un individuo, sino del veredicto de la práctica experimental. La ciencia es un camino para que las personas se liberen de prejuicios y supersticiones. Gracias a ella vivimos una asombrosa época de avances tecnológicos que contemplamos diariamente a nuestro alrededor. En 2007 se cumplieron los primeros cincuenta años de la exploración espacial; antes de 1957 era poco lo que se sabía del sistema solar: no se tenía ninguna sospecha de que en Marte existieran montañas y cañones que hacen parecer al Éverest una loma y al Gran Cañón de Colorado una pobre zanja; se suponía que bajo las cerradas nubes de Venus podría existir una exuberante y brumosa jungla o quizás un desierto seco y baldío; de Saturno sólo se veían algunos de sus anillos y se conocían unas pocas lunas en los planetas gigantes; la Tierra nunca se había observado como planeta y no se sabía del origen cataclísmico de la Luna; no se tenía evidencia de la existencia de más sistemas solares. Hoy, sondas espaciales, telescopios y otros artilugios han ampliado como nunca nuestra visión del Universo. Algo semejante ha ocurrido con la exploración de las entrañas del átomo: sus misterios han sido develados y dominados; no importa que su “eléctrica hermosura”, hubiera sido guardada como si fuera sólo “píldora norteamericana”, para dejarla caer “en Hiroshima”; haber logrado su dominio es “felicidad matutina”, como canta en Oda al átomo el poeta chileno Pablo Neruda. La ciencia también ha llegado a la intimidad de la célula: la esbelta molécula de ADN se manipula de mil formas y se transfiere entre organismos separados por eones de evolución. En el año 2008 investigadores del Instituto Venter lograron crear el primer genoma sintético de una bacteria con lo cual esperan obtener inimaginables aplicaciones; este paso es el primero hacia la creación de vida artificial. Cada vez se nos aclara más el proceso que dio origen a la vida, así como la senda que siguió la evolución para formar organismos pensantes. Los conocimientos se amplían y lo que hasta hace poco era dominio de pequeños círculos de expertos, ahora lo conocen más y más amplios sectores de la población. La ciencia hace rato se convirtió en palanca fundamental para el progreso y desarrollo de las naciones. Aquellas que pertenecen al llamado Tercer Mundo ven con pavor la manera acelerada como la brecha científica y tecnológica se amplía y profundiza respecto de las que pertenecen al Primer Mundo, desde donde se escuchan recomendaciones como la del norteamericano Michael Porter (adscrito a la Escuela de Negocios de Harvard) quien tiene el descaro de sugerir que Colombia debe “dedicarse a lo que sabe hacer bien, esencialmente, producir café, pero no cometer el error de tratar de incursionar en temas más sofisticados en los cuales no tiene ninguna oportunidad”, es decir, que para los países pobres está negada la posibilidad de contribuir al desarrollo del conocimiento y lo único que deben hacer es leer y tratar de entender la ciencia que otros países están haciendo. Lo grave es que estas absurdas ideas “han encontrado un eco entusiasta en los gobiernos de muchos países del Tercer Mundo…”, induciendo a la opinión pública a creer que “no vale la pena, en un país como el nuestro, realizar esfuerzos para crear una capacidad propia de producción de conocimiento y que lo mejor que podemos hacer es esperar a que los países avanzados se ocupen de esos temas, y contentarnos con adquirir los productos una vez listos para la venta”. Afortunadamente hay científicos de renombre, como el neurólogo Rodolfo Llinás, quien ha reclamado del gobierno colombiano darle a la ciencia y a la tecnología la importancia necesaria para que ellas contribuyan a mejorar el bienestar de las gentes del país. El doctor Llinás ha señalado claramente: “Colombia no está dando todo lo que puede dar desde el punto de vista humano. Definitivamente nuestros artistas son fantásticos, nuestros escritores son fantásticos, pero nuestros científicos no pueden ser fantásticos. No porque falte capacidad, sino porque simplemente no existe el interés ni la voluntad social y política necesaria para sostener un eje científico fuerte…”.

Subyacente a toda esta explosión de conocimiento científico está la continua lucha entre dos opciones filosóficas: el idealismo y el materialismo. El idealismo ha sido un aliado fiel de las concepciones religiosas, niega la existencia objetiva de la naturaleza a la que considera una proyección de la mente; para la filosofía idealista, en principio, no es cierto que las ciencias naturales busquen dar con las verdades más ciertas y objetivas en cada campo concreto del conocimiento científico y en particular el conocimiento relativo al comportamiento de la materia en el espacio y el tiempo, tal como lo perciben los órganos de los sentidos. Tampoco acepta que la ciencia nos procura realmente esa verdad objetiva. El materialismo, por el contrario, ha establecido desde siempre una alianza con la ciencia pues las teorías científicas ofrecen descripciones ciertas de los objetos y procesos del Universo, sostiene que la existencia del mundo es independiente de la de seres conscientes, aquí o en cualquier otra parte del Cosmos. Y aunque cada avance de la ciencia es una derrota del idealismo, éste encuentra siempre un nuevo nicho donde anidar. Cada adelanto en el desarrollo científico contribuye a ampliar la comprensión general del Universo, demostrando que las razones de la ciencia son superiores a las explicaciones místicas o religiosas. Pero el idealismo se niega a abandonar con facilidad sus cada vez más debilitadas posiciones. Por eso se hace necesario alinearse con la concepción materialista del mundo, especialmente con la forma más desarrollada de esa corriente filosófica: el materialismo dialéctico, cuyas premisas nos permiten discernir con claridad los caminos quijotescos por los que viaja el conocimiento científico así como entender la grandeza y racionalidad de su propio desarrollo histórico. Ser materialista, no es ver únicamente en los colores de las alas de una mariposa un fenómeno de refracción lumínica; es también saber que la belleza surge de las diferentes formas que adquiere el infinito movimiento de la materia. Alguien puede afirmar que un científico no aprecia la belleza de una flor o de una mariposa en la misma medida que un artista; que el científico los convierte en objetos sin interés, pues los analiza y los descompone. El físico y premio Nobel Richard Feynman no estaba de acuerdo con ese análisis: “Me parece que está diciendo una bobada. Para empezar, la belleza que él [el artista] pueda ver también está a la vista de otras personas y también de la mía, creo, aunque tal vez no sea yo tan estéticamente refinado como él. Pero yo puedo apreciar la belleza de una flor… y puedo imaginar las células que hay en ella y los procesos complejos que se desarrollan en su interior, que también tienen su belleza. Lo que quiero decir es que no se trata sólo de belleza a la dimensión de un centímetro; hay también belleza a escalas inferiores: la estructura interna. También [hay belleza] en los procesos; el hecho de que los colores de la flor hayan evolucionado para atraer insectos que la polinicen reviste un gran interés, pues significa que los insectos ven los colores… Hay toda clase de preguntas interesantes que demuestran que el conocimiento de la ciencia no hace más que sumar a la emoción, el misterio y la admiración que nos produce una flor”.

Una descripción materialista del mundo implica abrir tres posibilidades: la ontológica (la existencia de la realidad independiente de la mente), la semántica (los enunciados teóricos como reflejos de la realidad) y la epistemológica (los enunciados teóricos nos permiten conocer la realidad). Pero con el materialismo también se aspira a ir más allá; es además una guía en la tarea por alcanzar una nueva forma de democracia para organizar otro tipo de sociedad, ganando primero los corazones y las mentes de la gente, propiciando una revolución cultural (donde el conocimiento científico juega un papel fundamental) en el seno de la sociedad. De allí la importancia de su conocimiento, pues el idealismo se ha anidado en las concepciones constructivistas que animan muchas de las reformas a los planes de estudio de las universidades públicas con tesis aparentemente “novedosas” como el de los currículos flexibles y pertinentes, el pensamiento complejo y toda una palabrería rimbombante pero hueca que ha sido puesta al desnudo en la brillante obra de Alan Sokal y Jean Bricmont, Imposturas Intelectuales, donde “bajan del pedestal” a “filósofos” tan caros al pensamiento posmodernista como Jacques Lacan y Julia Kristeva. No podemos olvidar que: “El carácter idealista y anarquista del constructivismo en educación tiene el propósito oculto de adecuar nuestras atrasadas sociedades al dominio del mercado mundial y de la competencia imperialista…”, como acertadamente lo señala el profesor José Fernando Ocampo. Las concepciones idealistas (constructivistas) llevan avalar tesis como la sostenida por Wittgenstein quien nos dice: “No resulta insensato creer, por ejemplo, que la época científica y técnica sea el principio del fin de la humanidad; que la idea del gran progreso sea una ilusión que nos ciega, al igual que la idea del conocimiento completo de la verdad; que en el conocimiento científico no hay nada bueno ni deseable y que la humanidad que se esfuerza por alcanzarlo se precipita en una trampa. No es para nada claro que lo anterior no sea cierto”. El constructivismo –el posmodernismo en educación– tiene el triste papel de lacayo para garantizar ideológicamente que en nuestro país la educación sea pobre para seguir manteniendo a este país en la pobreza, en el atraso científico y tecnológico, en negarle a la mayoría de los colombianos un aprendizaje de calidad. La Reforma académico-administrativa de la Universidad de Nariño debe hacer oídos sordos a esos cantos de sirena.

viernes, 12 de marzo de 2010

¿QUE ES LA OCE?


I

La educación de la población es de gran importancia para todos los países del mundo. De ella depende de manera definitiva el desarrollo material y cultural de la sociedad. El aparato educativo tiene la función de desarrollar la ciencia y la tecnología, bases del progreso económico de las pueblos, y también potenciar las artes, la cultura y las humanidades, fundamentales para cimentar la civilización y fortalecer a la humanidad en su espíritu y valores culturales.



La Organización Colombiana de Estudiantes se propone conquistar una educación democrática, científica y al servicio del pueblo y el desarrollo nacional. Por ello defendemos la educación pública, financiada adecuadamente por el Estado, requisito para que sea de alta calidad y para que a ella tengan acceso todos los niños y jóvenes de Colombia, sin importar su estrato social. La privatización de la educación es un atentado contra la calidad académica y deja a millones por fuera del sistema educativo.



La OCE agrupa a estudiantes de instituciones públicas y privadas de todo el país. Tenemos presencia en más de veinte universidades públicas, el SENA, institutos técnicos, cientos de colegios de secundaria de todo el país y en universidades privadas de varias ciudades capitales de Colombia. Actuando en conjunto con otras organizaciones estudiantiles hemos organizado y dirigido las más importantes luchas estudiantiles como el gran movimiento de jóvenes universitarios y de secundaria del primer semestre del año 2007, contra el Plan de Desarrollo de Uribe y el recorte de trasferencias territoriales para educación, salud y saneamiento básico.



II

Colombia se debate en la más profunda crisis de su historia. La dominación que sobre la nación ejerce el imperialismo hace más de cien años se ha intensificado de manera dramática en la etapa de la llamada globalización neoliberal, y esta pérdida de soberanía ha paralizado el desarrollo nacional y empobrecido a la casi totalidad de la población. Los Tratados de Libre Comercio -TLC- con Estados Unidos y otras potencias, como la Unión Europea, profundizan esta dominación y llevan el sufrimiento de los colombianos a extremos insoportables. Para llevar a cabo esta recolonización, el imperialismo cuenta con sus títeres en cada uno de los países sometidos. En Colombia los gringos cuentan con el gobierno vende patria de Álvaro Uribe Vélez, quien ha implantado un régimen fascista y antidemocrático, sobre la base de la manipulación demagógica a través de los medios de comunicación y el fortalecimiento de sus aparatos de represión.



Nuestra organización se suma al caudaloso torrente de colombianos y colombianas que claman soberanía y democracia. El pueblo conquistará una nueva democracia que haga de Colombia una patria libre y soberana.



MÉTODOS DE LUCHA



Para adelantar sus luchas, la OCE utiliza los procedimientos de la Resistencia Civil, es decir, los métodos democráticos y civilizados mediante los cuales el estudiantado se organiza y moviliza. Desaprobamos el terrorismo y el uso de las armas como instrumentos de la lucha social y política. El movimiento estudiantil no debe permitirse actos vandálicos que el pueblo impugna como formas de reivindicar sus derechos. Abogamos por la lucha organizada y la movilización de las masas. Rechazamos los actos aventureros y asilados de pequeños grupos que menosprecian el paciente trabajo de concientización y organización de las mayorías estudiantiles.



III

La juventud estudiantil colombiana tiene el deber de vincularse con los procesos de trasformación social, puesto que en sus manos tiene no sólo las herramientas que le permiten conocer y comprender la realidad sino también la vitalidad y las energías que son necesarias para emprender tareas tan titánicas como las de la defensa y salvación de la educación pública y la cultura nacional, y la lucha por la soberanía nacional y la democracia.



La OCE, que tiene su origen en la Juventud Patriótica , brindará sus mejores esfuerzos para que tan encumbrados propósitos sean una realidad. Y aspira a que los estudiantes de toda Colombia asuman con entusiasmo el gran reto que les propone nuestro llamado.